UN LUGAR DONDE ENCONTRAR A LAS DIOSAS
La tradición celta asegura que antes de enfrentarse a los enemigos y en las vísperas de las batallas más importantes, los guerreros acudían a los bosques para solicitar la protección de las Diosas.
Sobre todo, invocaban la presencia de la Diosa guerrera Mórrigan y de sus Deidades, los genios y los elementales que gobiernan la Fuerza, el Fuego y la Energía.
Antes de internarse en el bosque, permanecían arrodillados fuera de él con la espada levemente hundida en el suelo, esperando alguna señal que les indicara que se les permitía la entrada y que sus ruegos estaban siendo escuchados.
Y cuenta la leyenda que el mejor augurio era sentir como unas manos cálidas y suaves se apoyaban en su espalda como brindándole protección y amparo. En ese momento se erguían y cruzaban el umbral que separaba los dos mundos, el cotidiano y el mágico, para dejar alguna prenda en un rincón escondido entre las rocas y la maleza. Lo más habitual era un puñal de caza o alguna pieza de sus armaduras de guerrero, y siempre con el compromiso de volver a ese mismo lugar para recuperarlo en cuando la lucha hubiera terminado.
Me parece una hermosa costumbre acudir al bosque buscando fuerza y amparo cuando tenemos que enfrentarnos a algún hecho difícil, a una batalla cotidiana de las muchas que se nos presentan en los días que vivimos.
Tú también puedes hacerlo. Si tienes que luchar por algo, sea enfermedad, amor o economía, acude al templo de los Druidas, al bosque.
No importa en qué lugar del mundo te encuentres, no importa la época del año. Las Diosas están siempre en el lugar donde crecen sus árboles. Acostúmbrate a acudir a las arboledas que tengas a tu alrededor y haz de ellas tu lugar de culto, un lugar sagrado a donde acudir en busca de ayuda.
Cuando vayas, como iban los guerreros buscando el amparo de las Diosas, lleva una ofrenda o más que una ofrenda un testigo, algo que simbolice esa lucha que has de sostener para que los genios del bosque entiendan tu petición. Lo habitual es dejar algún amuleto o piedra relacionada con tu petición.
A los tres días, vuelve. Recoge tu rehén, que desde ese momento es un amuleto mucho más poderoso, y da las gracias a las Diosas por su ayuda con esas sencillas palabras:
“Os doy las gracias por acompañarme en la lucha y por haberme ayudado en ella.”
En mi tierra y en la cultura celta, como todos sabéis, no hay iglesias fabricadas con materiales ni diseñadas para ese uso. Nuestro altar es una piedra en cualquier cruce de caminos, en la espesura. Nuestra iglesia un rincón de hiedras y helechos, nuestro templo el corazón del bosque…
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