Descripción
En el invierno, cada año, sin fecha fija, sin pedir permiso, sin avisar, en los montes y bosques, territorios de la Diosa Epona, florecen las acacias.
Y su flor, que muchos conocemos como “mimosa” se utiliza desde tiempos remotos en Galicia para cuestiones de amistad y de amor, pero sobre todo para elaborar pócimas con las que proteger las casas y los lugares cuando se quedan solos.
Como muchas de las costumbres gallegas esta receta tiene su origen en el mundo rural donde era necesario proteger las casas y sobre todo los graneros y los establos de los animales de la maldad de algunas personas, ya que de ellos dependía la supervivencia.
En la actualidad la pócima de mimosa se aplica con muy buenos resultados en los negocios y puestos de trabajo.
Ungiendo con ella los pomos de las puertas, los zócalos y los marcos de ventanas y puertas.
Los campesinos gallegos se colocaban en umbral de la puerta de los cobertizos o de las casas y antes de salir mojaban la punta de un cuchillo -que ya dejaban para ese uso junto a la botella- en el líquido y hacían dos rayas paralelas en el suelo, de lado a lado del umbral, como si marcaran un cierre.
Se dice que nadie puede, salvo las gentes de bien, traspasar ninguna puerta o apertura al exterior que se ha cerrado con la pócima de la acacia.
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