LO QUE LOS NIÑOS VEN
Nacemos con la facultad de ver, sentir, descubrir las cosas que, normalmente, no se pueden percibir con los ojos. En la infancia visualizamos las energías y las entidades que están a nuestro alrededor, a menudo, con extraordinaria nitidez.
Poco a poco vamos perdiendo esa capacidad, cerrando nuestros sentidos a esas percepciones y por decirlo de una manera entendible, normalizándonos.
Es algo muy general, esa “normalización” puede ocurrir a los pocos meses de vida, a los dos años, a los tres… o puede no ocurrir nunca y aunque las visiones se suavizan, esa facultad te acompañará el resto de tu vida. Pero eso es otra historia. Hoy quiero hablarte de lo que los niños ven…
Cuando un niño se despierta llorando con angustia y diciendo que ha visto, que ha sentido, incluso señala algún espacio de su habitación con un gesto de inquietud o temor, atiende a lo que te esta contando y si esto ocurre con cierta frecuencia, ponle remedio.
No le contradigas porque le estarás fallando, solo desvía su atención y hazle entender que esta a salvo, que estás con él, que no pasa nada, que nadie lo va a dañar.
¿Cuántas veces me habéis oído decir muchos de vosotros que dejar llorar a un niño que se despierta angustiado es un error muy serio?
Primer paso, calmarlo y acompañarlo hasta que se vuelva a dormir.
La solución para que esto no ocurra y para que nadie moleste el sueño de los niños sensitivos es acudir a su guía, a su ángel. A esa entidad mágica que los dioses nos adjudican en cuanto nos asomamos al mundo para que nos acompañe y nos cuide.
Hay un remedio muy antiguo para implicar al Ángel de los niños: Pon en la habitación de los pequeños un velón que lo simbolice. Mientras el niño no tiene consciencia, es un bebe, prende el velón cada noche unos minutos por el o ella y encomiéndale a su ángel que levante una muralla de protección que le permita vivir ignorando esas visitas.
Existe muchos conjuros para invocar al guía de los niños, a su ángel de la guarda si quieres llamarle así, pero bastará con que se lo pidas con tus palabras y con tu intención.
Cuando el niño ya es consciente, debe ser él, con tu ayuda quien le pida al Ángel su protección.
Lo he vivido muchas veces, bajo el amparo de su guía los niños se calman, las visitas desaparecen de la vista y la paz regresa…
Eso hacíamos siempre en mi casa. Y seguimos haciéndolo porque en esta familia eso de ver, intuir o presentir, es bastante habitual.
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