Nacemos con la facultad de ver, sentir, descubrir las cosas que, normalmente, no se pueden percibir con los ojos. En la infancia visualizamos las energías y las entidades que están a nuestro alrededor, a menudo, con extraordinaria nitidez.
Poco a poco vamos perdiendo esa capacidad, cerrando nuestros sentidos a esas percepciones y por decirlo de una manera entendible, normalizándonos.
Es algo muy general, esa “normalización” puede ocurrir a los pocos meses de vida, a los dos años, a los tres… o puede...